La identidad del paisaje es banal, frágil e intemporal. El paisaje, al igual que el ser humano, está cambiando continuamente según pasa el tiempo. Está alterado por fenómenos naturales o por acontecimientos sucesivos en el tiempo. Pero la cuestión no es tanto si el paisaje va a cambiar, sino cómo va a adaptarse al paso del tiempo y seguir siendo reconocible.
La identidad se puede entender de dos formas: 1; como un lugar concebido para mantenerse a lo largo del tiempo: este caso sería la Toscana, se mantienen las características del paisaje tradicional más allá de la realidad económica que las generó en sus momentos. Tiene una fuerte relación con los cánones establecidos en el pasado y permanecen como fósiles vivientes de otro tiempo. 2; los paisajes a los cuales la evolución económica les confiere carácter. Son capaces de borrar y transformarse. Alrededores de un aeropuerto, centros urbanos e industriales, zonas periféricas de las ciudades…
Se podría resumir diciendo que la identidad del paisaje es producto de una única fuerza económica. Una fuerza que puede encauzarse para conservar de forma exclusiva un paisaje o por el contrario hacia la producción, consumo y transformación radical del lugar. Se podría decir que el paisaje, al igual que la arquitectura, es un símbolo de cada época. Reflejan el grado de respeto o abandono respecto a la calidad de nuestro entorno.
La hibridación es entender la arquitectura y el paisaje como algo unitario. Debe entenderse como un doble movimiento de aproximación; desde la arquitectura hacia el medio vivo y desde el medio vivo hacia la arquitectura. Si antes había un sujeto que contemplaba un paisaje-objeto hoy sabemos que se ha pasado el paisaje de ser entendido como objeto a sujeto, su transformación en paisaje-sujeto; alguien dotado de vida, sujeto a fluctuaciones y cambios idénticos a los humanos.
¿Qué implica el uso de la palabra integración? Una voluntad de acoger, dando a entender que la nueva aportación que vamos a hacer al paisaje es, en parte, diferente de los elementos que forman el paisaje existente, y que esta aportación vamos a tratarla de fundir todo lo posible por similitud formal en el contexto paisajístico. Al mismo tiempo, la palabra integración se utiliza para prever una eventual diferencia, rechazándola antes incluso de conocerla, para evitar las implicaciones de una nueva presencia.
La acogida más favorable a lo diferente no puede hacerse a través de un paisaje homogéneo. Sólo un paisaje heterogéneo permite acoger aportaciones originales. El reconocimiento de lo heterogéneo debe ir acompañado de una caracterización de cada una de sus partes y elementos. A este sistema donde ninguna de las partes puede salir privilegiada, sino que todas las partes y elementos tienen protagonismo, se le denomina “lo heteródito” ya que se trata de un heterogéneo paisajístico sin construir, pero está organizado pasa estar disponible.
Lo heteródito es al mismo tiempo reconocimiento de las diferencias culturales, la elaboración y el establecimiento de sus relaciones. Junto a las culturas múltiples, suscitar lo imaginario sin dejar de respetarlas.
Referencia: “Landscape + 100 palabras para habitarlo” de Daniela Colafranceschi.